
Erosiones
Cuando la vida de los otros duerme blanda y muscular
sobre cáscaras de azúcar que imitan cráneos
se me clava en la sien la duda que erosiona tímpanos,
el vinagre que escupen las astillas de mis inquisiciones.
Y por un instante suspendido entre dos eras
se me aleja del cuerpo todo lo amado.
Nada distingue al poema de la fórmula numérica.
En la hora funesta, las balas no se conmueven
ante el ritmo del soneto
ni se detiene el misil, arrobado por los versos.
La locura y el amor son siameses separados.
¿Quién sostiene el cáliz milenario
que saciará esta angustia interminable?
¿Quién evita que muerda mi propio corazón hasta matarlo?
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